El Amor Gana por Santiago Ramos

“…cualquiera que hubiese visto el panorama completo, llamaría a este hecho un acto Divino o, al menos, sin explicación lógica.”

Por Santiago Ramos

Esta semana en Bolivia ha sido realmente nueva en todos sus ámbitos.

Evidentemente, la maestra mas exacta -la vida- tiene un gran set de lecciones para darme en cada aspecto que conforma la integridad de mi ser. Paso a parafrasear mi cuaderno personal de anotaciones, mi “Bitácora de Lucha”:

Todo es igual y distinto, Bolivia, otra vez.

Los aprendizajes, como de costumbre, son cercanos a la infinidad. Me doy cuenta de que realmente quiero a muchas personas de ‘El Albergue’.

De regalo María nos dibujó una sonrisa en su rostro y conmovió todo lo que soy. Ella nunca sonríe. Muchas veces, -la vez pasada-, había intentado sacarle al menos una mueca de alegría, pero siempre caía derrotado por la seriedad sufrida, alejada y dura de su rostro; como si un pasado terrible la hubiera golpeado sin cesar hasta extinguir toda posibilidad de roce con lo alegre (según una versión sufrió “violencia domestica”, según otra, “sufrió un accidente de tránsito, la chocaron”. Como sea, nadie reclamó por ella. Está sola. Tiene dos hijitas que no logra reconocer pero si recordar que las tiene, por ello, la única vez que le hice memoria al respecto… lloró).

Ayer, todos esos intentos malévolos de su camino para herir y matar la esperanza de sonreír, se vieron vilmente fulminados, aplastados, desterrados y burlados, ante el simple y profundo hecho de regalarme una bellísima sonrisa, al escuchar que “El Gaucho” (yo) le contaba con emoción que estabamos en un nuevo año… ¿Qué habrá pensado? ¿Por qué algo tan “insignificante” la hizo volcar tan lindo gesto?... quizá nunca sepa las respuestas a mis cientos de preguntas, pero una cosa es segura, fue el amor una vez más.

El amor derrotó nuevamente las
probabilidades y las heridas.

Nuestro trato (Lucas –voluntario de verano- y yo) con los pacientes está siendo del mejor, la cantidad de amor que se esparce en cada accionar es un fármaco seguro que realiza milagros, de lo contrario, en mi opinión, nunca podría haber sucedido que…

El abuelo, si si!, ese queridísimo personaje que llegó flaco, sucio, desprolijo, duro como roble, sin mucha expresión en su rostro y en estado prácticamente vegetal (sufrió un ACV), y que fue avanzando en su mejoría, ayer de un momento a otro, como la estrella fugaz que de pronto surge “de la nada”, estiró su brazo y me pidió un vaso de jugo de piña.

Al notar una demora atrevida para cumplir su pedido, llamó a Lucas y le hizo entender mediante un “iiaaaaa!” (Solo pronuncia “iá”, “noo” y, a veces, “pues”) que le alcance un vaso, luego lo agarró y, al servirle, tomó como si fuese cualquier voluntario de la mesa… después, posó el vaso y casi como una simple reacción involuntaria se hizo propietario de un generoso pedazo de pizza que deglutió como quien prueba un buen pedazo de asado. Fue interesante observar cómo la convicción -o mejor dicho el “estar podrido de comer líquido”- hace que un abuelito se morfe un buen pedazo de pizza al horno, sin dientes… ¡eso sí que es espíritu de lucha!

Así fue como un Abuelito con ACV comió y bebió por su cuenta, riendo con nosotros de los chistes y participando activamente de la mesa. En lo personal, no encuentro otra explicación que la de un milagro increíble. El progreso del Abuelo desde que llegamos, es de pasos hercúleos. Cualquiera que hubiese visto el panorama completo (desde su llegada), llamaría a este hecho un acto Divino o, al menos, sin explicación lógica. Yo había empezado a echarme unas buenos plegarias por él.

La llama revolucionaria me tiene incendiado y la fuerza de la convicción no solo se confirma sino que también se arma y fortifica ante cada situación de amenaza. Una vez más, mi razón se da cuenta de que Dios es EL elemento esencial, su presencia y ejemplo como sello, son tan completos como efectivos.

La Revolución sin Cristo es ciega, manca y sorda. Sólo podrá gritar sin entender y arrastrarse lentamente creyendo que su progreso es grande, pues no ve enteramente la realidad.

Aún muchos creen que llamar ‘revolución, lucha o rebelde’ a nuestro accionar es peligroso y genera etiquetas, yo pienso que eso es -consciente o inconscientemente- temor a manchar nuestro pecho y frente con el sello de la convicción. Creo que es esencial reivindicar estas palabras y darle nuestro valor, el valor pleno, complejo y sencillo de la verdad.

Somos revolucionarios seguidores del máximo ejemplo: Jesucristo. Pero… ¿por qué? Porque es la única revolución que no encuadra una forma de lucha sino un espíritu (amor), es una revolución que nos

compromete de manera absoluta con el presente, el futuro y lo eterno, es por eso que puede llamarse completa. No tiene sillas, somos llamados a la insatisfacción y al inconformismo.

Espero, gente mía, que comprendamos que no tenemos descanso ante este compromiso, aquellos que están estudiando, mejoren la técnica, así la calidad de su acción será mayor. Los que accionan corporalmente, no pierdan el espíritu y contágienlo, es la llama más potente de toda alma.

Según la Biblia “hay tiempo para todo… para la paz y la guerra, para reír y llorar…” por eso, si hay guerra, que sea por la causa del débil y el oprimido, en cualquiera de sus formas, si hay paz que sea para todos, si reímos, que sea en conjunto, y si lloramos, que sea mientras sacrificamos nuestras manos y nuestra sangre en pos de revertir la injusticia. Dios nos da la trascendencia que necesitamos, nuestra labor es ardua, debemos cambiar a mejor el presente, trayendo una muestra del Paraíso Celestial. Y debemos preparar los corazones para aquel día donde la Revolución finalmente triunfará y nos veremos las caras llenas de cicatrices por la lucha, pero llenos de alegría por la victoria obtenida.

¿Las coronas de oro?... no gracias. Prefiero el abrazo de mis hermanos junto al Comandante en Jefe, el único: Cristo

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